Óleo sobre lienzo (60×73 cm)
El molde que me había impuesto se había hecho tan pequeño, que todo mi ser quedaba amputado. En un intento de perfeccionarme, estaba tirando a la basura todas mis virtudes y viviendo mi infierno personalizado. No hay entusiasmo*, no hay dios. Dios ya no está en mí.
*La palabra entusiasmo proviene del griego «En-Theos», y significa tener un Dios dentro de uno mismo. Para los griegos, la persona entusiasta era tomada por uno de los dioses, guiada por la propia fuerza y sabiduría de su entusiasmo, y recibía un don: poder interactuar con la naturaleza y transformarla. Se entendía que sólo las personas entusiastas eran capaces de vencer los desafíos de lo cotidiano, que era necesario entusiasmarse para resolver los problemas que se presentaban y pasar a una nueva situación.
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